Cada vez perdemos el verdadero valor espiritual por esta festividad religiosa. Por un lado están los comerciantes que se aprovechan en estos días por subir el precio de alimentos como los pescados y otros productos marinos, al igual que codiciosos transportistas elevan exorbitantemente el precio de los pasajes interprovinciales. Y por otro lado están los feligreses que prefieren la vida mundana y placentera de estos días en lugar de conmemorar, aprender y practicar las verdaderas virtudes y enseñanzas que Cristo dejó como ejemplo y que hoy hemos olvidado, incluso en estos días que Jesús vivió sus últimos días de vida en la tierra, sufriendo dolor y padeciendo burlas e indiferencias. Dirán que los tiempos cambian, pero es el dinero el que todo lo cambia. En estos tiempos de indolente modernidad, es la Iglesia la principal llamada a encabezar la recuperación del verdadero sentimiento cristiano.
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