(El Comercio).- John Murra, el célebre autor de la teoría de la complementariedad de pisos ecológicos, señaló que la expansión del Tahuantinsuyo fue posible cuando los incas domesticaron el maíz, producto que se podía almacenar por largos períodos, algo que no se podía hacer con la papa. Por ello, la papa fue considerada por años como un producto de pobres para pobres.
Esta percepción se refuerza si tomamos en cuenta que cada vez que hay cosechas de papa con altos rendimientos, su precio se viene abajo y la pobreza campesina se incrementa.
Sin embargo, la papa tiene variedades que pueden producirse de cero a 4.000 m.s.n.m., es decir es un producto a prueba de todo terreno y, probablemente, el único que garantiza niveles mínimos de alimentación a los campesinos. Por ello, es sumamente importante para una economía de subsistencia.
¿Es posible pensar que, con estas características, la papa pueda ser un medio de desarrollo? Creemos que sí, pero con una condición: que cambie el perfil de la demanda. Si la papa solo sirve para comerse cocida o en puré, estamos fritos, pero si se transforma y se le da valor agregado, la situación es otra.
La papa como insumo para la industria es el camino para incorporar a los campesinos en el desarrollo. Pero es necesario investigación e innovación tecnológica para industrializarla.
Lo ideal sería que se encuentre algún procedimiento o alguna variedad que sirva para producir, por ejemplo, biocombustible a un precio competitivo. Así, la papa serviría para mover vehículos, pues se convertiría en insumo y dejaría de ser producto de consumo final y quizá sus precios serían más altos por efecto del nuevo tipo de demanda, por lo que los ingresos campesinos mejorarían drásticamente.
Esta es solo una idea de innovación, pues puede haber otras aplicaciones a la papa, que hay que investigar. La idea es hacer de la necesidad virtud. Las universidades tienen la palabra.
Fuente de información: El Comercio
Por Efraín Gonzáles De Olarte
Economista, vicerector de la Pontificia Universidad Católica del Perú
Esta percepción se refuerza si tomamos en cuenta que cada vez que hay cosechas de papa con altos rendimientos, su precio se viene abajo y la pobreza campesina se incrementa.
Sin embargo, la papa tiene variedades que pueden producirse de cero a 4.000 m.s.n.m., es decir es un producto a prueba de todo terreno y, probablemente, el único que garantiza niveles mínimos de alimentación a los campesinos. Por ello, es sumamente importante para una economía de subsistencia.
¿Es posible pensar que, con estas características, la papa pueda ser un medio de desarrollo? Creemos que sí, pero con una condición: que cambie el perfil de la demanda. Si la papa solo sirve para comerse cocida o en puré, estamos fritos, pero si se transforma y se le da valor agregado, la situación es otra.
La papa como insumo para la industria es el camino para incorporar a los campesinos en el desarrollo. Pero es necesario investigación e innovación tecnológica para industrializarla.
Lo ideal sería que se encuentre algún procedimiento o alguna variedad que sirva para producir, por ejemplo, biocombustible a un precio competitivo. Así, la papa serviría para mover vehículos, pues se convertiría en insumo y dejaría de ser producto de consumo final y quizá sus precios serían más altos por efecto del nuevo tipo de demanda, por lo que los ingresos campesinos mejorarían drásticamente.
Esta es solo una idea de innovación, pues puede haber otras aplicaciones a la papa, que hay que investigar. La idea es hacer de la necesidad virtud. Las universidades tienen la palabra.
Fuente de información: El Comercio
Por Efraín Gonzáles De Olarte
Economista, vicerector de la Pontificia Universidad Católica del Perú
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