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domingo, 30 de mayo de 2010

El lado oculto de la personalidad de Alan García

(La República).- Una foto vale más que mil palabras, pero la tomada el domingo pasado a Alan García mientras presidía el pasacalle por su cumpleaños, con corona de plumas de pavo real de Apurímac y cara de éxtasis, vale un millón porque es un ‘momento imborrable’ que adelanta lo que será el último año de su segundo gobierno.
El pasacalle insólito –cerró veinte cuadras de la Av. Brasil– fue el fin de fiesta del festejo que empezó dos días antes e incluyó mitin en la Plaza de Acho con gigantografía de treinta metros y torta con chantilly de tres metros, ambas con la cara del agasajado. Caretas agrega que García quiere reemplazar el tradicional ‘día de la fraternidad’ del 22 de febrero por el nacimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, por el de su propio cumpleaños.
García cree que se lo merece. Que se lo merece todo, en realidad, y que todos le deben pleitesía. Los apristas, porque –a diferencia de Haya– él los llevó dos veces al poder, y es el único que los volverá a poner ahí. Los empresarios, porque él –a diferencia de ‘su’ candidata, Lourdes Flores– detuvo al ‘monstro’ Ollanta Humala, manejó bien la economía, les hizo ganar mucha plata y será, en el futuro, el garante del progreso.
Su demanda de agradecimiento coincide con su necesidad de reivindicación porque, durante su primer gobierno, la pasó pésimo en el último año, en medio de la hiperinflación, el descontrol del terrorismo y el desmadre de la corrupción.
Por ello, García pretende que el último año de su segundo gobierno sea una gran fiesta en la que, además, toda crítica sea rechazada con el manto –sin ningún sustento– de antiaprista, y la exhibición de los logros de su actual mandato.
Logros que, sin duda, los hay. Pero mantener la senda de crecimiento iniciada hace dos décadas, tras el colapso que él dejó en 1990, con el gobierno de Alberto Fujimori, y continuada por los de Valentín Paniagua y Alejandro Toledo, pero –al igual que dichas administraciones– sin realizar las reformas de fondo –educación, salud, seguridad o justicia– que se necesitan para enfrentar con más decisión el grave problema de la pobreza extrema, lleva a concluir que el festejo es exagerado.
Qué mejor lugar que Ayacucho, donde la desnutrición crónica de niños de 0 a 5 años es de 40% y de 6 a 9 años de 38% –y en Huanta de 45%– para recordarle al presidente García que no repetir el mamarracho de su primera vez todavía es insuficiente para ponerse corona de plumas de pavo real.


Fuente de información: La República
Por Augusto Álvarez Rodrich

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