(El Comercio).- Narración y visualización son elementos indispensables para promover el turismo cultural, de aventura, de playas, del buen yantar, del observar a las personas en su entorno natural y recrearse en el compartir con la gente diferente; y, muy especialmente del efectuar registros especializados. Estas habilidades esenciales para captar la atención externa – en ese caso del turismo hacia nuestro país, tienen en la pluma de los viajeros decimonónicos una importancia fundacional. El deleite de ver, escuchar y saborear, así como registrar las diferencias para luego “descubrirlas” ante sus pares produce una intensa satisfacción -atemporal- e inherente tanto al viajero como al turista. Estas experiencias pueden llegar a ser intensas, veraces -y también, por supuesto tergiversadoras-; pero siempre tienen como corolario animar -o desanimar- a otros y otras a hurgar en sus propias sensaciones en el viajar en busca de lo desconocido para también tener qué recordar y comunicar en primera persona.
Esas experiencias publicadas -especializadas o generalizadoras- la mayoría de las veces ilustradas con hermosas escenas de la naturaleza, complementadas con la presencia humana- se le denomina literatura de viajes. La calidad de su narrativa puede llegar a ser muy influyentes para promover -o ignorar- un destino turístico. El impacto de la literatura de viajes en el turismo se debe a que su finalidad es hacer conocer un destino, no promocionarlo para ponerlo de moda. La literatura de viajes al Perú ha hecho posible que seamos un destino turístico permanente, con alzas y bajas vinculadas a nuestra capacidad de ligar las complementariedades.
Entre descubrir o comunicar
Ephraim George Squier (1821-1888) es un periodista y explorador que vino al Perú andino en 1863 como representante estadounidense para solucionar algunos conflictos comerciales que -por entonces- teníamos con su país; y -por supuesto- aprovechó de este trabajo para conocer el mundo andino de sus tiempos porque nadie viaja por una sola razón. En 1877 se publicaron sus incidentes de viaje y exploración en la tierra de los Incas en un libro dirigido a comunicar mucho sin pretender descubrir nada por lo que desde entonces tiene numerosas ediciones en inglés y sigue siendo lectura universitaria obligada en la formación de peruanistas. Los influyentes estudiosos y profesores, es decir, formadores de opinión peruanista trascendente Clements Markham (1830-1916), Hiram Bingham (1875-1956) y más recientemente John H. Rowe (1918- 2004) y John V. Murra (1916-2006) han asegurado la vigencia de este viajero americanista en la arqueología peruana al enseñar aquí que Squier fue el primero en hacer planos de las edificaciones precolombinas, muchas de ellas hoy desaparecidas por un mal entendido sentido del progreso. La única edición en castellano de Squier data de 1974 y está agotadísima.
Del maridaje del pasado y el futuro
El presente del turismo es también un combinado de motivos e intereses cuyo éxito y trascendencia depende de la capacidad gubernamental para armonizar lo opuesto con lo complementario del sector privado. Valga el siguiente ejemplo: El gastar ingente dinero público en divulgar nuestra creatividad gastronómica -ante los ojos de los y las turistas con responsabilidad social- se contradice con el austero presupuesto, también público, asignado a darle futuro a los sitios arqueológicos y centros históricos hispano andinos. La literatura de viajes a nuestro país es así creada y esta definiendo el futuro de nuestro destino turístico, entonces ha llegado el momento de traducirla para -masivamente- leerla, estudiar sus imágenes y así comprender la mirada de quienes nos visitan y de inmediato actualizar nuestra comunicación intercultural, generadora de prosperidad permanente porque esta universalizada.
Fuente de información: El Comercio
Por Mariana Mould de Pease
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