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miércoles, 25 de agosto de 2010

¿Qué hacían estos tres chefs antes de dedicarse a la cocina?

(El Comercio).- Reconocemos a estos chefs por haber impulsado la comida peruana, por haber producido una de las ferias gastronómicas más importantes del continente y por haber reivindicado los insumos nacionales. ¿Pero siempre quisieron dedicarse a esto?
En un principio, como toda persona, a la hora de elegir su profesión, tuvieron que descartar posibilidades. Sin embargo, para alegría de muchos peruanos decidieron seguir su verdadera vocación y dedicarse a lo que más les apasionaba: la cocina. A continuación sepa cuáles fueron los inicios de estos reconocidos chefs nacionales.

DE UN BUFFET DE ABOGADOS A UNO CRIOLLO
Hijo de un ex ministro peruano, siendo todavía muy joven, Gastón Acurio fue enviado a España a estudiar derecho. Sin embargo, al poco tiempo de matricularse lo dejó y prefirió inscribirse en una escuela de cocina. Más tarde completaría su formación en la reconocida escuela Le Cordon Bleu de Francia, en donde obtuvo el Grand Diplome a principios de los años noventa, con tan solo 24 años.
“Siempre sentí que la cocina era para mí. Pero en ese momento no había muchas buenas escuelas de gastronomía en el Perú. Además, ser cocinero no era un oficio tan rentable como lo es ahora”, contó Acurio durante el foro Herederos de la Cocina Peruana realizado la semana pasada. El resto es historia.

REDESCUBRIENDO LOS SABORES PERUANOS
Cuando Pedro Miguel Schiaffino terminó el colegio, no sabía qué hacer. Ante tal incertidumbre, sus padres no le dejaron otra opción: estudias o trabajas; y él escogió lo segundo.
De esta forma comenzó a laborar en un local de comida y es ahí donde se dio cuenta de su verdadera vocación. “Yo no sabía que quería ser cocinero. Pero cuando comencé a trabajar a los 17 años en un restaurante me di cuenta que esto era lo que me gustaba y lo que quería hacer siempre”.
Luego de esta experiencia decidió estudiar gastronomía. Para ello viajó a Italia y Estados Unidos. Según señaló, en esa época vivió momentos difíciles pues tuvo que empezar desde abajo pelando diariamente más de 20 kilos de papas y tomates. Sin embargo, eso no lo desanimó. Por el contrario, estas vicisitudes lo animaron a seguir adelante en el mundo de la cocina.
A su regresó a Perú en el 2001 se topó con una realidad increíble para el contexto actual: los mejores restaurantes de Lima no ofrecían en sus cartas comida peruana.
“En ese tiempo Francia había copado toda la gastronomía mundial. Es por eso que cuando llegué al Perú quise abrir un restaurante francés. Pero con el transcurso del tiempo fui entendiendo el rol de los cocineros en la gastronomía nacional y decidí dar un giro total”.
Así fue que empezó con su trabajo de reivindicación de los insumos peruanos. Tras un viaje a la selva, donde conoció productos como la chonta, la cocona, el aguaje, el camu camu y el sacha culantro, decidió abrir Malabar, un restaurante en donde daría rienda suelta a su pasión por la comida peruana y en el que se ofrecen platos con ingredientes autóctonos.
“La cocina peruana está en movimiento y nosotros debemos contribuir a ello siempre”, concluye.

COCINA Y DISEÑO
Christian Bravo es ahora uno de los más conocidos cocineros de la escena gastronómica local. Sin embargo, hace unos años atrás no se le vinculaba con este rubro.
De padre y hermanos economistas, Christian siempre supo que nunca se inclinaría por los números. Por ello, cuando terminó el colegio decidió, como muchos jóvenes de su época -según asegura-, seguir la carrera de diseño gráfico.
Con cartón en mano puso una empresa de efectos especiales y le fue muy bien. “Vivía cómodamente y ganaba mucho dinero; sin embargo, sentía que me faltaba algo”, contó.
Es por ello que decidió cerrar su empresa y estudiar cocina, su verdadera vocación, en el Instituto de los Andes, donde ahora enseña. “Desde chico sabía que esto era a lo que quería dedicarme. Cuando iba de campamento me gustaba cocinar para mis amigos y mi familia”, recordó.
No obstante, Christian asegura que ha podido combinar muy bien sus dos carreras. “El proceso creativo es igual de demandante en ambas disciplinas, pero finalmente mis platos tienen una presentación muy gráfica”.
Gracias a su empeño y visión de negocio abrió el restaurante Bravo Restobar en San Isidro y cuenta con una sucursal en Asia, en donde ofrece una buena fusión de comida peruana con internacional.
“Para mí, la relación con la cocina es un tema vocacional y que en esencia debe impulsar a los demás para transmitir esas emociones”, finalizó el chef.


Fuente de información: El Comercio
Imágen: El Comercio
Por Alexandra Alva del Águila

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