(El Comercio).- La vista desde la ventana más alta, en lo que entre 1947 y 1999 se conoció como el solarium del hotel Crillón, es la de una Lima ajetreada y estridente, donde el lujo y la exclusividad parecen incompatibles con el paisaje.
Sin embargo, vestigios de placeres sofisticados, reunidos en el segundo hotel de cinco estrellas que se inauguró en la capital, aún sobreviven al interior de las dos torres del Crillón, en la cuadra 5 de la avenida Nicolás de Piérola (Cercado). Torres que, hacia agosto de este año, empezarán a transformarse en oficinas y tiendas que generarán más de 10.000 puestos de trabajo, y que ya cuentan con más de un arrendatario o comprador interesados.
“Aunque el deterioro del Cercado fue acelerado en los años 80, hoy tenemos un interés creciente por espacios amplios y atractivos en toda esta zona. Un edificio de oficinas cercano al cruce de las avenidas Tacna con Piérola no es nada deleznable. Todos los pisos ya fueron solicitados”, observó Fernando Palazuelo, gerente general de Arte Express, entidad que adquirió el inmueble a inicios de este mes por una suma entre los US$7 millones y los US$15 millones.
La reserva sobre el precio exacto de la compra, explicó Palazuelo, se debe a que se invertirá más del doble en la rehabilitación.
TESTIGO DE EXCEPCIÓN
Durante los 52 años que se mantuvo en el negocio, la reputación del hotel Crillón se nutrió de famosos y a veces infames personajes nacionales y extranjeros. Desde John Wayne, María Félix y Pelé (huéspedes en los años 70) hasta el capo de la mafia cubana José Miguel Battle y el ex presidente Alberto Fujimori, quien dio allí su primer balconazo como mandatario electo (1990).
“El Crillón es un referente obligado de la Lima republicana por su estilo neoclásico, característico de toda el área dominada por la plaza San Martín”, comentó la arquitecta Silvia de los Ríos en julio del 2010, cuando se puso en venta el establecimiento.
Según su ficha registral, el hotel Crillón fue inaugurado el 23 de noviembre de 1947. No obstante, su diseño tal cual lo conocemos hoy data de 1957, cuando el edificio original de ocho pisos, que se construyó para sede del Colegio de Abogados de Lima, fue conectado interiormente con otro aledaño, de 22 pisos. El conjunto tenía 547 habitaciones, 4 restaurantes, 4 bares, un ambiente de parrillas y un mirador –el Sky Room–, donde los limeños veían a Raphael, Manolo Otero y Miguel Bosé en concierto.
DINERO Y PODER
La política contemporánea también tuvo acogida en el Crillón. “La suite 14H del hotel, residencia habitual de Luis Banchero Rossi, fue testigo del nacimiento del Partido Popular Cristiano (PPC)”, escribió en el 2008 el periodista César Hildebrandt, a raíz del aniversario 48 del partido.
Para entonces (1966), Banchero Rossi, quien alquilaba todo el piso 19 para su disfrute y el de sus amigos, era el millonario más influyente del país y fundador de varios periódicos.
A inicios de los 90, otro hombre saboreó en el Crillón el poder y la popularidad. Era Alberto Fujimori, entonces desconocido candidato que había ganado las elecciones presidenciales.
Fueron pocos, entonces, quienes vieron que el final estaba cerca. El final del Crillón, precipitado por el deterioro del Cercado, aquejado por la basura, caos vehicular y delincuencia de sus cada vez más transitadas calles.
“De los 700 trabajadores de siempre, el último año [1999] quedábamos 200. Terminó diciembre y cerramos. Todos se fueron, menos yo. Sentía que pasaría algo más”, contó a El Comercio Pascual Tanta (31), ex botones del hotel y actual vigilante diurno, quien espera impaciente el renacer del Crillón.
EN PUNTOS
Los cambios que se vienen
1. La rehabilitación del otrora hotel Crillón respetará la fachada, el hall y las estructuras más importantes del recinto.
2. Alfombras y paredes de los cuartos serán retiradas. Se prevé rescatar la grifería original de los baños. Se reemplazarán todas las tuberías.
3. Cada piso será destinado a una oficina o tienda. También se construirá una torre adicional. Con ella, el área total del conjunto será de 35 mil m².
Fuente de información: El Comercio
Por: Pamela Sandoval del Águila
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