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sábado, 31 de julio de 2010

Hábitat natural: conozca la reserva de biósfera de Oxapampa


(El Comercio).- Las hojas secas no crujían, se deshacían bajo sus pies. Se había vuelto un cazador. Trepaba por la montaña San Jorge, que se levanta al oeste de la ciudad de Oxapampa, en busca de su presa. Ocultó su humanidad en la alta hierba, olisqueó el aire. Se había vuelto un animal también. Tres días levantándose antes que el sol para hacerle la guardia, y nada. No podía fallarle ahora. De pronto, cuando la luz recién aleteaba, un gran oso de anteojos salió del bosque y se deslizó entre el tupido follaje. Kike Cúneo esperaba, cámara en ristre. ¿Qué hace un oso tan cerca de la ciudad?, pensó antes de acribillarlo.
¿Y qué hacen los peruanos en nuestros bosques?, se quejaban los yánesha, cada vez más arrinconados, cuando Richard Chase Smith, antropólogo estadounidense, entonces “un pichoncito de veinte años, voluntario del Cuerpo de Paz”, cayó de pura casualidad por Oxapampa, allá por el año 1966. Los yánesha, nativos amazónicos que ya poblaban la selva central hace casi 4 mil años, le cambiaron la vida al joven voluntario. Para ese entonces, Chase trabajaba para la Oficina Nacional de Reforma Agraria (ONRA) en el primer periodo de Belaúnde.
Uno de los casos que vio involucraba a esta etnia. Reclamaban tierras a una misión que los quería desalojar si es que no la compraban por lotes. Allí se inició un largo proceso legal que recién se resolvió en 1986, en la Corte Suprema, donde se reconoció el derecho de los yánesha. En ese tiempo, el Perú también cambió. Chase se percató de ello a mediados de los setentas. “Recién en el gobierno de Velasco, los yánesha aceptaron que eran peruanos, pero sin dejar de ser yánesha”, nos dice el antropólogo en la oficina que la Ong Instituto del Bien Común (IBC) tiene en Oxapampa.

DE TALA AL TURISMO
En la ciudad de Oxapampa nos esperaba César Laura, responsable de educación para la conservación del IBC en la zona. Fuimos en busca de Rodolfo Vásquez (53), director del Jardín Botánico Missouri en Perú. “Este herbario es bastante joven, tiene siete años solamente. Sin embargo, desde que llegamos hemos logrado dar a conocer 33 especies nuevas para la ciencia”. Con sus cerca de 36 mil colecciones es, de lejos, la más importante institución botánica en la región. La gran cantidad de orquídeas encontradas le está haciendo temblar el piso a Moyobamba, considerada la capital de estas plantas en el Perú.
Para tantear la labor del Ministerio del Ambiente, nos reunimos con Lorenzo Beck, coordinador del proyecto Mitigación y Adaptación al Cambio Climático (MACC). Financiado por el ministerio del Medio Ambiente alemán, MACC apoya técnica y económicamente a seis áreas protegidas de la selva central, de las cuáles cuatro están dentro de la Reserva de Biósfera recién creada: el Parque Nacional Yanachaga Chemillén, Bosque de Protección San Matías San Carlos,
Reserva Comunal Yánesha y parcialmente la Reserva Comunal El Sira. “El objetivo del proyecto es involucrar a la población en la gestión de las áreas protegidas. Y, por supuesto, reducir la deforestación. El principal problema en la provincia de Oxapampa es el cambio de uso de suelo. Hay una carretera, por ejemplo, que pretende cruzar por el Bosque de Protección San Matías San Carlos (partiendo de Puerto Bermúdez), donde hay gente que ingresa y promueve la venta de terrenos en este lugar, a pesar de estar prohibido por ley”, advierte Beck.
Si bien MACC es un proyecto piloto que culmina el 2012, también financia actividades económicas sostenibles hasta por 20 mil dólares. Tienen injerencia en el sembrío de café, en plantaciones forestales y en piscicultura. Beck reconoce que falta apoyo en infraestructura, especialmente vial, pues “algunas carreteras son una desgracia”. Otro problema es la tala ilegal. Es inconcebible que con los volúmenes de madera que salen de la Biósfera, Oxapampa no tenga ninguna concesión forestal.

GALLITOS Y TIGRILLOS
En los setentas y ochentas se dio el boom de la madera y la ciudad de Oxapampa bullía de aserraderos. Ahora solo quedan unos cuántos, pues los bosques cercanos han sido “descremados” (sus mejores árboles fueron extraídos). Entonces, mucha gente ha puesto el ojo en el turismo. Entre otros, Eduardo de la Cadena y Percy Summers, socios al frente de Ulcumano Ecolodge, un bello albergue en la cima de la montaña conocida localmente como “Teta de la Monja”. El lugar está recién estrenado y listo para recibir a los amantes de la naturaleza y birdwatchers.
Hay 120 especies de aves en el sitio, algunas muy requeridas por los especialistas, como el quetzal cabeza dorada. Le pregunto a Eduardo por los osos de anteojos y me dice que son difíciles de apreciar, pero se sabe de su existencia: “este año ya han matado a dos en la zona”.
Esta última apreciación me la confirma Domingo Verde Veraun (73), el día que fuimos a su fundo San Carlos para tratar de contemplar a este hermoso animal. “El problema con los osos es que les gusta mucho el maíz y los agricultores los matan cuando come de sus sembríos”. Verde ha prohibido que molesten a los osos que asomen y eso nos da esperanzas de poderlos ver. Pero los dos primeros días no tenemos suerte. Más adelante volveríamos a tratar de avistar al único plantígrado de Sudamérica.
Con la finalidad de conocer a fondo la Biósfera, nos dirigimos al Parque Nacional Yanachaga Chemillén y al ensoñador pueblecillo de Pozuzo. Nos detenemos en el Puesto de Control de Huampal, uno de los sitios preferidos por los viajeros, pues tiene un mirador del Gallito de las Rocas, y un sendero peatonal que conduce hacia un cañón donde corre encabronado el río Huancabamba, y que permite apreciar el antiguo camino de los colonos austro alemanes, abierto a pico y pala. La suerte que no nos acompañó con el oso, se presentó en forma de tigrillo. Pequeño, como un gato grande, pero delgado y elegante. El guardaparques David Orizano (35) nos contó que tuvieron al tigrillo en custodia por tres meses, pero que después se comenzó a ausentar. El llamado de la selva, que le dicen. Vuelve cada tanto y se anuncia roncando para no sorprender a los guardaparques.
En Pozuzo nos recibieron las típicas casas con techo de dos aguas, su añejo puente colgante y la ruta de Guillermo I, donde el jardín Botánico Missouri ha trabajado para identificar 212 plantas para mayor conocimiento de los turistas. Lo único que falta es que el gobierno por lo menos inicie el asfaltado de la carretera entre Oxapampa y Pozuzo, como prometió el presidente García el año pasado, al cumplirse los 150 años de la inmigración austro alemana al Perú.

CAMINO AL PARQUE
Después de quedarse tres años seguidos en el Perú y de establecer la primera organización indígena en la selva, que hoy día es el Federación de Comunidades Nativas Yáneshas (Feconaya), el antropólogo Richard Chase regresó a EE.UU. y realizó un doctorado en Antropología bajo la tutela de luminarias académicas como John Murra y Donald Lathrap. Volvía al Perú cada dos meses para terminar con sus investigaciones sobre la historia oral de la música de los yánesha hasta que en 1972, ya casado, regresó para hacer su trabajo de campo y se quedó a vivir diez años en Oxapampa. Pasaba buena parte de su tiempo en las comunidades nativas como Tsachopén, cuyas tierras fueron tituladas en 1974 en gran parte por gestión suya. Intervino también en otros reclamos territoriales de los yánesha para que recuperen algo de su espacio histórico.
Y un elemento muy importante para ellos era la cordillera Yanachaga Chemillén. Estaba claro que titular esa zona era una misión imposible. Entre las alternativas más atractivas para conservar esa área estaba la de postularla para Parque Nacional. Chase escribió la propuesta, que fue presentada ante la Dirección Forestal y Fauna Silvestre, dirigida entonces por Marc Dourojeanni. La propuesta del Parque fue cada vez más consistente y fue incluida en el proyecto Pichis Palcazú, que fuera alentado políticamente por Belaúnde (a inicios de su segundo gobierno, el arquitecto postuló que Pichis Palcazú iba a constituirse en la despensa alimentaria de Lima). Chase aprovechó la coyuntura y junto a Dourojeanni y el hoy ministro del Ambiente Antonio Brack empujaron el proyecto del Parque hasta que lograron que se oficializara su creación en 1986. El Bosque de Protección San Matías San Carlos se hizo realidad en 1987. En 1988 los yánesha obtienen un sueño largamente anhelado: una Reserva Comunal de 35 mil hectáreas. Y, finalmente, el 2001, se custodian las cumbres de la cordillera oriental de los Andes con la Reserva Comunal El Sira. Aunque la idea detrás de la creación de estas áreas protegidas era básicamente amparar a los territorios nativos, sin querer fueron la piedra angular para que la Biósfera Oxapampa-Asháninka-Yánesha tome cuerpo.

TENEMOS BIÓSFERA
El 2003 se intentó buscar el título de Biósfera a través de una fórmula conocida: un Parque Nacional y su zona de amortiguamiento. Como lo son las otras tres Reservas de Biósfera en nuestro país: el Manu, el Huascarán y la del Noroeste (que gira en torno al Parque Nacional Cerros de Amotape, en Piura). Todas estas áreas fueron reconocidas por la Unesco en 1977. La de la selva central iba a tener su núcleo en el Parque Yanachaga Chemillén. Sin embargo esta propuesta fue llevada de manera muy subterránea, sin consulta. El IBC plantea abrir más el proceso para involucrar a las municipalidades e indígenas.
“Nuestro temor era que si solo contemplaban al Parque como reserva de biósfera se evadía la problemática mayor, el paisaje grande que es la cuenca. La provincia de Oxapampa es la cabecera de todos los ríos que van a formar la gran cuenca del Pachitea”, argumenta Chase. Fue entonces que se dieron cuenta que la mejor propuesta, totalmente innovadora además, era que toda la provincia de Oxapampa se convierta en Biósfera. El año 2005 fue clave para la unión de instituciones, gobiernos locales, organizaciones indígenas y Ong’s para empujar el carro en la misma dirección. El 11 de noviembre del 2009 se entregó la propuesta final al ministro Brack para que haga los trámites en la Unesco, que el 2 de junio de este año dio su veredicto a favor.

TIERRA GENEROSA
Si en Oxapampa abundan las granadillas, en Villa Rica son los reyes del café. Hacía allá nos dirigimos siempre en compañía de César Laura. Visitamos las instalaciones de Villa Rica Highland, que agrupa a doce socios con la finalidad de juntar más volúmenes para ingresar al mercado internacional. Exportan a EE.UU., Japón y Canadá, entre otros países. Poseen los certificados de Rainforest Alliance y el Cofee Practice que son los que más exigen los compradores. “Ser parte de una reserva de Biósfera, ahora que ya tenemos 5 años de certificación, es un plus adicional”, nos dice Hamilton Vidurrizaga (46), vicepresidente de Villa Rica Highland.
Al día siguiente, por una carretera desastrosa, nos internamos en el valle de Palcazú. Hicimos una parada en la comunidad yánesha de Laguna Raya, donde el ingeniero Herbert Richard Wilkes (58) participa de una audaz propuesta pretende cambiar un sistema de trabajo generalizado en el campo: el monocultivo. Por ejemplo, el de las granadillas en Oxapampa, pues “además de la erosión que produce al sembrarse en laderas, usa agroquímicos y pesticidas prohibidos en otros países, y por cada hectárea de granadilla necesitan 400 postes de madera muerta para colgar los alambres, lo cual presiona los bosques”, sostiene este agrónomo alemán.
El método de Wilkes, que trabaja para la cooperación alemana (Ded) y Pronaturaleza, consiste en tumbar los árboles y cortar la maleza de los bosques secundarios para que formen un colchón sobre semillas de diversos productos. El colchón vegetal se empieza a podrir y alimenta orgánicamente a todos estos cultivos, que hoy los campesinos siembran por separado. El cacao es la estrella por su mayor precio. Sin embargo, este cultivo recién empieza a producir al cuarto año y al 40 por ciento de su capacidad. Entonces tienen que sembrarlo en un sistema de policultivo, para brindar sombra y evitar la erosión. “Sin proyectos productivos esta Reserva de Biósfera no va a funcionar”, alerta el ingeniero alemán.


Fuente de información: El Comercio
Escribe: Álvaro Rocha Revilla
Fotos: Enrique Cúneo

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